bienvenida

¡Hola a todos!

Quiero darles la bienvenida a mi blog espero que les guste. Mi nombre es david tengo mucho que decir y poco tiempo para hacerlo, tanto que hechar afuera. Inspiración puede sobrar aveces, la imaginación es una herramienta fundamental y las palabras fluyen como un rio...

Cuantos temores no escondo, y cuantos más se alejan, mi mente es paresida a lo que se vive un dia de noviembre, mis ojos reflejan la luz de las blancas velas...sollozos, oraciones; mis labios nunca se abrirán para proclamar esas palabras. Deseos abundantes, corazón duro, virilidad débil. La suerte para mi no lo es todo, ni el dinero, ni el amor, ni la vida...ni nada.

Yace mi cuerpo inerte bajo el manto de un desierto suspiro inevitable, la luna se acerca para hablarme al oído, el sol se aleja para premiarme con la oscuridad. Y los colores penetrantes, como los que se ven un dia de noviembre. Ojos secos, arboles brillantes...viceversa.

Temores vanos, voces lúgubres, intentos inocentes; dicen que al final del camino está la luz.

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lunes, 15 de noviembre de 2010

La triste historia de Caperucita Roja


Media noche, se escucha el tren pasar. Aún pasa muy cerca de aquel bosque que cubren las tinieblas, la oscuridad y el silencio absoluto. Nadie quiere mencionarlo porque los recuerdos duelen, como una cicatriz que se abre...y las flores ya no tienen el mismo aroma.
Ocurrió un 15 de noviembre, el sol comenzaba a apagarse a petición de las distantes montañas, en un pueblo tan hostil y siniestro que no vale la pena mencionar. Ahí vivía una jóven de 17 años quien tenia por seudónimo "Caperucita Roja" debido a que usaba con frecuencia una capa tan roja como la sangre que su madre le había obsequiado. Era muy bella, pero muy distraída también. Esa misma tarde su madre le pidió que llevara unos hongos para su abuela, que estaba muy enferma y estos le ayudarían a remediarse o a morir más rápido. La muchacha salió, comenzaba a oscurecer y el ambiente se puso tenebroso, su madre le advirtió que no tomara el camino corto puesto a que era peligroso. Débiles llamas en unas antorchas alumbraban el camino, que al paso de Caperucita se iban apagando con el viento, a lo lejos un rumor se escuchaba junto al aullido de un lobo, la luna viajaba entre espesas nubes a gran velocidad y las sombras que se formaban gracias a las antorchas creaban espectrales figuras que daban a la noche un toque sombrío. Al entrar al bosque, el canto de los cuervos rodeaba el paso de la jóven, que no se daba cuenta que tras ella un gigantesco lobo la iba siguiendo cautelosamente. Pronto se cansó la chiquilla y bajo un marchito árbol reposó un momento, el lobo feroz aprovechó para engañarla. -Buenas noches-dijo con aires seductores el muy gañán-¿acaso perdida está usted en medio de este bosque tan espantoso?-La muchachita se negó-voy a casa de mi abuela-El lobo astuto engatuzó a caperucita para que tomara el camino corto y hábilmente lo logró mientras que él corrió a casa de la abuela (a caza de la abuela). Este maligno animal ya se traía algo entre garras, pues lo que el quería era darse un festín de abuelita y nieta incluída. Al llegar el lobo canaya a casa de la abuelita tocó suavemente, entre el rumor del bosque y el silencio del hogar la anciana abrió la puerta queriendo encontrar a la dulce caperucita y sólo encontró una gran mandíbula repleta de filosos colmillos cortantes que enseguida trituraron a la pobre abuela, dejando una enorme marca de sangre sobre la entrada. El lobo se metió a la casa y se puso la ropa que traía puesta la anciana y metiendose a la cama escuchó la puerta tocar, la jóven que llegaba detrás de esa puerta estaba; un poco extrañada por la marca de sangre. -Abuela, abre, soy yo, caperucita roja-dijo la muchacha,-pasa hija, pasa-gritó el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
Caperucita pasó, aun más extrañada, y esque le pareció muy raro ver a su abuelita tan cambiada. -Abuelita, te traego estos hongos para que los comas, te harán bien...¡pero cuánto pelo tienes abuelita!-Sí hija...lo que pasa esque...es un abrigo muy grande que me cubre todo el cuerpo porque tengo mucho frío. -Pero que ojos tan grandes tienes abuelita- Si, si; son para verte mejor. -¡Y que orejas tan grandes abuelita!. -Si, son para escucharte mejor. -El lobo se relamía los labios de izquierda a derecha mientras Caperucita lo miraba más de cerca. -¡Que dientes tan grandes y filosos tienes abuelita! ¿porque estan sangrando?...abuelita ¿porqué me miras así?...
El lobo se lanzó sobre ella, de un zarpazo le arrancó la cabeza, con sus garras le abrió el vientre y chupó sus entrañas. Al final no dejó ni un sólo rastro de la jóven ni de su desdichada abuela, más que horribles manchas de sangre que el viento helado congeló.

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