bienvenida

¡Hola a todos!

Quiero darles la bienvenida a mi blog espero que les guste. Mi nombre es david tengo mucho que decir y poco tiempo para hacerlo, tanto que hechar afuera. Inspiración puede sobrar aveces, la imaginación es una herramienta fundamental y las palabras fluyen como un rio...

Cuantos temores no escondo, y cuantos más se alejan, mi mente es paresida a lo que se vive un dia de noviembre, mis ojos reflejan la luz de las blancas velas...sollozos, oraciones; mis labios nunca se abrirán para proclamar esas palabras. Deseos abundantes, corazón duro, virilidad débil. La suerte para mi no lo es todo, ni el dinero, ni el amor, ni la vida...ni nada.

Yace mi cuerpo inerte bajo el manto de un desierto suspiro inevitable, la luna se acerca para hablarme al oído, el sol se aleja para premiarme con la oscuridad. Y los colores penetrantes, como los que se ven un dia de noviembre. Ojos secos, arboles brillantes...viceversa.

Temores vanos, voces lúgubres, intentos inocentes; dicen que al final del camino está la luz.

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lunes, 12 de diciembre de 2011

Bulnerabilidad, lejanía y desesperanzas


Escalando las paredes de mi mente con sus blancas manos muertas de seda, van un par de recuerdos, agobiados de amoríos y de profundo hastío; van arrastrando las frustraciones más latentes, arrastrando los restos de algún corazón destrozado y mitigando esperanzas con dolores.

Allá en la lejanía, en medio de un impuro desierto de agonías, una sonrisa, casi imperceptible se asoma de entre las dunas, trata de gritar pero una parvada de emociones le rompe la voz,
Una angustia del desierto, escuchó el ahogado grito de la sonrisa quebrada, y comenzó a buscar entre la arena, descubrió tormentas y recuerdos...pero la angustia no encontraba a la sonrisa.
Un enjambre de margaritas broto de los labios de la sonrisa, sus dientes se estaban haciendo polvo, las flores cayeron en manos de la angustia como una señal de advertencia y al fin se encontraron. La angustia desenterró a la sonrisa de la arena, la sacudió y la puso sobre su cara; pero eso no le bastó para ser feliz. Las margaritas ya se habían marchitado. Entonces aterrizó la locura frente a la angustia y fue un golpe tan fuerte que la sonrisa se desmoronó; entonces, la locura enloqueció y la angustia se derritió en frustración engreída. El desierto se abrió en dos caminos funestos.

Un par de manos siguieron cada una un camino, tomando del desierto y sus tormentas, puñados y puñados de tragedias, miradas grises, pálidos amaneceres, nublados deseos y seguramente un poco de angustia y una dosis de locura. Y entre mentiras ciegas y falsos espejismos, ambos caminos se van uniendo...y la lejanía se va acercando.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Amanecer


No se que extraño murmuro me trajo el viento, no sé que aroma tan dulce sopló en mi boca; está amaneciendo y anhelantes secretos escapan en busca del horizonte, el cielo besa la tierra, las nubes besan el cielo, la lluvia cae de las nubes besando a la tierra y se incrusta sonriente, se amarra a mi cabello.

Llegó a poner su cabeza sobre mi hombro y en un par de latidos, lo convirtió todo en deseos, pintó de gris mis sueños, evadiéndome, torturándome indiscretamente, sin enterarse. Y ahora que amanece estoy hueco, viene y se va, coloca su sonrisa aquí y allá. Me mata de nostalgia, me embriaga de melancolía, un adiós, un movimiento, una mirada, y el tiempo se detiene, y las horas se hacen largas, comienzo a convertirme en un desierto y los áridos suspiros me agotan el alma, y mis lágrimas secas se derraman tristemente y se lamentan como los vasos cuando están vacíos.
Llegaron las agonías y se postraron sordas sobre mis hombros, no escucharon mi desaliento, clavaban su mirada sobre mis ojos, su mirada cansada, perdida; estaban frustradas como aves sin canto, mudas, ahogadas en putrefacto silencio.

En la oscuridad, a solas, bajo el sol, bajo la luna, mis ramas se marchitan lentamente, los latidos se aceleran, tú...caminas por la calle pisando mi sombra, tomando la mano de tu compañero, mi mirada ensangrentada te sigue.
Los vasos rotos, las pirámides invertidas, los silencios, la agonía...¡todo se va!

...pero aun quedan los recuerdos.

Niño Triste


Había una vez, en un lugar muy lejano y desolado, - con verdes pastizales y rodeado por acantilados- un niño triste, que vivía en una madriguera bajo tierra, que una familia de conejos abandonó. Niño Triste estaba pequeño, tenía la cara blanca y los cabellos negros, enmarañados; su mirada reflejaba una profunda angustia. Al amanecer se despertaba para salir a caminar; sus tierras eran pequeñas- una circunferencia de tierra limitada del mundo exterior por acantilados casi sin fondo- por eso, Niño Triste entristecía.

Un día al atardecer, Niño Triste salió de su madriguera y se sentó a la orilla del acantilado a contemplar. -Silencio,- dijo con timidez -Silencio, ¿estas ahí?- Y esperó, pero no obtuvo respuesta. Entonces suspiró, porque se sentía solo. -Silencio, ven a mi lado- insistió Niño Triste, pero nadie se hizo presente. Minutos más tarde, Silencio salió de la tierra y se sentó junto a Niño Triste. -Pensé que no estabas…-dijo con calma-quería ver la puesta de sol contigo…¿sabes? tú eres mi amigo. Silencio asintió frotando con su mano la cabeza de NIño Triste. El brillo crepuscular iluminaba sus rostros con matices nostálgicos. Silencio contemplaba a Niño Triste apaciblemente con sus ojos de noche. Silencio es un ser parecido a una sombra, solo se le puede apreciar como una silueta negra de pies a cabeza, y aunque el brillo del ocaso golpeaba con intensidad su rostro, Silencio no dejaba de ser una sombra oscura, que no le teme al día; no se sabe con certeza de qué está hecho Silencio.

Detrás de un nuevo suspiro por parte de Niño Triste, éste vuelve la palabra a su compañero, -Silencio, llevo mucho tiempo encerrado entre acantilados, pienso que es triste estar siempre en un mismo lugar, comienzo a aborrecer la madriguera.- Suspira de nuevo y continua -Quiero salir de aquí, pero quiero que vayas conmigo ¿sabes? no me gusta estar solo. Saldremos al amanecer.

Esa noche, Niño Triste comenzó a tejer con un hilo de su esperanza; su esperanza fue tan grande que su tejido tapó los acantilados, cediéndole paso a un mundo nuevo. -Silencio, despierta…ya está amaneciendo- le dijo Niño Triste a su amigo, sacudiéndolo con sus dos manos.

Esa mañana salieron los dos -cruzando el acantilado que el tejido de esperanzas tapó- rumbo al horizonte. Al caer la tarde, el horizonte los condujo a una costa vacía y desolada. Se establecieron en uno de esos castillos de arena que se elevan en la playa, mirando hacia el mar. -!Mira, Silencio, allá!- gritaba emocionado Niño Triste, al ver galopar las olas hasta estrellarse con las rocas. Silencio no dijo nada, era su naturaleza ser callado.

El ocaso regresaba, con matices cada vez más profundos y melancólicos…y ciertamente, más inciertos. (Queriendo imitar la profundidad del mar y la melancolía de aquella playa abandonada).

Niño triste decidió continuar el viaje, llamó a Silencio para que juntos fabricaran un barco de papel. Al terminar zarparon, pero no estaban enterados de lo fiero que es el mar y lo celoso que es Neptuno al observar extraños navegantes. Salió de pronto, de entre los corales el Rey de los 7 mares, y lanzó contra el frágil navío de papel, una inmensa ola de tipo tsunami; la cual, alcanzó a golpear a Silencio, que al contacto con el agua se desvaneció. Niño Triste alterado por el siniestro, en cólera se inundó -¡Rey injusto, me has quitado a mi amigo! ¡Oh, Neptuno yo te maldigo! Neptuno, ante la maldición, frunció el ceño, gigante y fiero, colosal. Pero irrumpió en arrogante risa y se escondió en el mar. Niño Triste, entonces, tristemente naufragó. Trece días y trece noches, hasta que en medio del mar de la perdición, de la espuma, una sirena salió. -Eres bella y cristalina, pareciera que haces dulce lo salado de este mar- dijo Niño Triste al verla. -Llevo quinientos años esperando a un lindo muchachito, abandona tu navío y envuelvete con mis brazos- respondió la sirena, y Niño Triste acudió a su llamado, felizmente. El abrazó submarino, de aguas y espuma salada, los transformó en grano de arena, un grano de arena que las aguas de un mar desesperado sepultó.