bienvenida

¡Hola a todos!

Quiero darles la bienvenida a mi blog espero que les guste. Mi nombre es david tengo mucho que decir y poco tiempo para hacerlo, tanto que hechar afuera. Inspiración puede sobrar aveces, la imaginación es una herramienta fundamental y las palabras fluyen como un rio...

Cuantos temores no escondo, y cuantos más se alejan, mi mente es paresida a lo que se vive un dia de noviembre, mis ojos reflejan la luz de las blancas velas...sollozos, oraciones; mis labios nunca se abrirán para proclamar esas palabras. Deseos abundantes, corazón duro, virilidad débil. La suerte para mi no lo es todo, ni el dinero, ni el amor, ni la vida...ni nada.

Yace mi cuerpo inerte bajo el manto de un desierto suspiro inevitable, la luna se acerca para hablarme al oído, el sol se aleja para premiarme con la oscuridad. Y los colores penetrantes, como los que se ven un dia de noviembre. Ojos secos, arboles brillantes...viceversa.

Temores vanos, voces lúgubres, intentos inocentes; dicen que al final del camino está la luz.

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viernes, 10 de junio de 2011

Fausto


La mañana era muy fría, apetecía un buen café, un cigarrillo quizás; el crujir de la madera, el balbucear de los árboles, Fausto sentado en su silla mecedora, bebiendo su café y fumando su cigarrillo y en el patio trasero una compañía funeraria llevandose el cuerpo de su mujer, todo en un orden abrazadoramente oscuro.

Las horas pasaron una tras otra, ya era de noche y Fausto no se movió, un listón negro colgaba de su cuello como diciendo "algo dentro de mi ha muerto", y su cara hacía un gesto que gritaba "no sé que cosa fué...pero se fué". Su jardín tapizado de hojas secas y de recuerdos, de sonrizas frustradas por lamentos, desesperaciones. Nunca amó a su esposa.

Ni una lagrima rodó por sus mejillas, no se estaba haciendo el fuerte, simplemente no sabía que era lo que había pasado, no le gustó ni le disgustó, no vió el tiempo para quebrarse, reflexionó y reflexionó...solo llegó a una conclución, a una inacertada conclución.

Al amanecer, caminó hacia un cuartucho quebradizo de madera y sacó un pico y una pala, los recuerdos lo envolvían, todos se conviertieron en aves y se fueron volando lejos de su alcance; lo que le había hecho creer que quien había muerto era él y no su esposa. Ningún sonido se escuchaba, Fausto comenzó a cabar una gran fosa en su jardín, salió a comprar un ataúd y ordenó una lápida con su nombre grabado. Ya era tarde, y un susurro mortal se producía en el viento, uno de esos susurros que dicen "te voy a extrañar, vuelve pronto", pero Fausto ya se había enterrado a sí mismo y lo único que sabía de la muerte era que no regresa la vida.

En el ataúd había metido una taza de café y un par de cigarrillos; esa tarde, después de que terminó con su labor, se paró solemnemete frente a su tumba, se quitó el sombrero y sosteniendolo sobre su pecho con las dos manos, derramó una fría lágrima, dejó tirada ua flor sobre la tierra y se retiró del sitio.

Cada tarde iba a visitar su tumba, se ponía a conversar, en ocaciones llevaba flores o rezaba oraciones. Por las mañanas hacía lo ya rutinario, beber café y fumar meciendoce sobre su silla mientras pensaba en su muerte, no entendía que fué lo que lo mató.
Y por la noche se iba a la cama y dormía como cualquier persona normal, pero seguía creyendo qu estaba muerto. Una noche, entre sueños encontró a su esposa, pero adentro de un ataúd, Fausto se acercaba y acariciaba sus mejillas como compadeciendoce de ella, había mucha gente al rededor, lo miraban, con una mirada que decía "te fuiste sin despedirte Fausto, ella murió de tristeza y está enterrada en tu jardín", lo decia una y otra vez, solo con la mirada, pero el no despegaba la vista de el ataúd entonces su esposa abrió los ojos y le susurró "vuelve, vuelve a mí".

Fausto despertó muy tenso aquella noche, el sudor corría por su frente como un río corre hacia el mar, tenía los ojos desorbitados y las manos le temblaban con un nerviosísmo poco común, no daba crédito a lo que en sueños se le informó. Desesperadamente quizo levantarse y correr a la tumba para desenterrar la verdad, pero se enredó entre las sábanas cayendo al suelo de cabeza; Fausto quedó inconciente por el golpe y no despertó hasta el amanecer.
Apenas abrió los ojos salió corriendo a su jardín; dos aves revoloteaban alegremente sobre su tumba, Fausto, desesperadamente cabó y cabó hasta dar con la caja, con mucho esfuerzo la sacó, su corazón latía muy fuerte, y muy rápido, a una velocidad completamente inhumana; al abrir el ataúd se encuentra a él mismo adentro, más pálido y delgado, con los ojos cerrados y brazos sobre el pecho como formando una cruz, el cadaver depedía un aroma que decía "estás muerto, bien muerto".

Fausto se posó sobre la lápida, se echó a volar lejos de su propio cadaver...y nunca, nunca volvió.

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