bienvenida

¡Hola a todos!

Quiero darles la bienvenida a mi blog espero que les guste. Mi nombre es david tengo mucho que decir y poco tiempo para hacerlo, tanto que hechar afuera. Inspiración puede sobrar aveces, la imaginación es una herramienta fundamental y las palabras fluyen como un rio...

Cuantos temores no escondo, y cuantos más se alejan, mi mente es paresida a lo que se vive un dia de noviembre, mis ojos reflejan la luz de las blancas velas...sollozos, oraciones; mis labios nunca se abrirán para proclamar esas palabras. Deseos abundantes, corazón duro, virilidad débil. La suerte para mi no lo es todo, ni el dinero, ni el amor, ni la vida...ni nada.

Yace mi cuerpo inerte bajo el manto de un desierto suspiro inevitable, la luna se acerca para hablarme al oído, el sol se aleja para premiarme con la oscuridad. Y los colores penetrantes, como los que se ven un dia de noviembre. Ojos secos, arboles brillantes...viceversa.

Temores vanos, voces lúgubres, intentos inocentes; dicen que al final del camino está la luz.

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viernes, 30 de marzo de 2012

Pesadilla II

Un pequeño ruido me despertó, según el reloj eran casi las tres de la madrugada; me levanto al baño casi por impulso y al terminar de orinar, un brusco ruido sale del interior del inodoro...espero un segundo y después de un rato vuelve a sonar con la misma intensidad; los ruidos cada vez se hacen más molestos, más fuertes y más frecuentes, hasta que de pronto; del excusado la extraña aparición de una mujer al interior de él, me deja más que pasmado. Era una mujer bastante extraña, muy delgada, de facciones finas, con la cara excelentemente maquillada, labios rojos que pintaban una sobrenatural sonrisa. Mientras yo la observaba idiotizado preguntándome como demonios salió de ahí, ella tomó fuertemente mis brazos y me arrastró con una impresionante fuerza hacia adentro del inodoro.
En cuestión de segundos, caí rodando de un gran tubo de drenaje oxidado y cubierto de fango, me recibió en el suelo un cadáver de caballo a media descomposición sobre el que caí blandamente, al lado, una colonia de hormigas se aproximaban complacidas de encontrar carne muerta; la mujer que me arrastró a este sitio se deslizó por el drenaje y cayó sobre mí reducida a huesos.Entonces, me levanté del cadáver de caballo, retirándome los huesos de aquella mujer, y observé con los ojos devastados por un sentimiento más impuro que el miedo, el infierno en donde ahora me encontraba. Se trataba de unas rojas cavernas, arena de tipo desértica, apestaba a muerte y el calor era más que insoportable; me encontraba convencido de haber llegado al mismísimo infierno del que tanto hablan los religiosos. Caminé dos pasos, vi desplomarse a tres espléndidas libélulas de impresionante tamaño sobre la rojiza arena, a mi derecha dos lobos se mordían ferozmente el uno al otro en una batalla espeluznante, a mi izquierda a una roca de pronto le creció un rostro, lágrimas comenzaron a salir interminablemente de sus ojos de piedra, las lágrimas hicieron un charco que ablandó la arena y la roca se hundió. Decidí caminar hacia otra dirección, del suelo creció una especie de bañera, la cual me capturó dentro de ella, esta bañera tenía dos grifos que al abrirse,en un instante llenaron de sangre su interior; de esta sangre emergieron unas criaturas rarísimas, con escamas en una piel del color de la sangre, cuerpo de mujer y cabezas de pavo; eran tres de esas bestias quienes impedían que yo escapara. La bañera comenzó a moverse con aquellos monstruos, la sangre y yo en su interior. Las criaturas que se encontraban conmigo se elevaron en vuelo hacia aquel horizonte carmesí, y la bañera se detuvo, dejándome empapado de sangre, a una distancia considerable entre un gigantesco caracol de más o menos, el tamaño de un edificio, y yo.
Una roca que se encontraba a mi lado, tomó forma de una especie de demonio, quien precipitadamente me informaba que mi alma se la llevaba en su caparazón ese inmensamente grande caracol; una gran desesperación invadió mi cuerpo y sin pensarlo, corrí y corrí tras aquel caracol de monumental tamaño. En su caparazón llevaba puertas y ventanas como si fuese un gran hotel andante. Casi sin aliento logré alcanzarlo y traté de treparme a él, pero en ese mismo instante su viscoso cuerpo se derritió, quedando solamente su caparazón. De una de las ventanas que tenía ese caparazón, salió volando una pequeña ave -lo que deduje que era mi alma- y de una de las puertas, una pequeña niña envuelta en lágrimas, salió corriendo a abrazarme. Una colmena de avispas y numerosas hormigas del tamaño de perros, salieron de la arena para devorar el cuerpo derretido del caracol. Entre aquella locura, se me ocurre tomar la mano de la pequeña y caminar hacia la nada...como fingiendo que regresamos a casa.

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